Esta celebración tiene especial interés porque permite apreciar nítidamente la fusión de las religiones andina y cristiana. La misma Catedral del Cusco, en la que reposa la imagen, está construida sobre la base del antiguo templo dedicado al dios “Apu Ila Tikse Wiracocha”. La imagen del Señor de los Temblores es llevada en procesión por diferentes calles de la ciudad como se hacía con las antiguas momias de los jefes, sacerdotes y los gobernantes inkas.
Finalmente, el elemento central de la celebración recae sobre la flor de ñucchu (salvia esplendes), que se empleaba para ofrendar a Wiracocha y con la que actualmente se confecciona la corona del Señor de los Temblores.
Fue en 1650 cuando, según los devotos, un lienzo del Cristo de la Buena Suerte, donada por Carlos V, detuvo un fuerte sismo que remecía la ciudad del Cusco, los pobladores le rinden culto a la imagen del Taitacha Temblores.
A pesar de los años ningún pincel se ha atrevido a retocarla. El tiempo y sobre todo el humo de las velas y cirios la han ennegrecido convirtiéndola en un extraño Cristo moreno de aspecto sombrío.